No es que me queje todo el día, pero hay ciertas situaciones que me molestan y mucho. Casi todas tienen que ver con el comportamiento de las personas en los espacios públicos y cómo eso me afecta a mi y a los demás.
Por eso propongo una campaña de educación peatonal que castigue con la prohibición de usar el transporte público a quienes no entiendan, por ejemplo, el "deje subir antes de bajar".
Vamos por parte:
Asiento reservado
En la micro o en el metro. Están marcados de manera especial y dice claramente que su uso es exclusivo para discapacitados o personas con movilidad reducida. Pero parece que los chilenos no sabemos leer. Varios estudios lo avalan, pero no pensé que el problema fuera tan crónico.
Cada vez que me subo a la micro -hablaré sobre todo de este medio ya que es el que más uso- veo a personas muy bien instaladas en los asientos naranjos. Y no son ni viejos ni discapacitados, son en general señoras flojas y tipos hediondos que se hacen los dormidos.
Los autistas
Creen que viajan solos y son aquellos que se sientan en la butaca que da al pasillo, imposibilitando parcialmente a quienes quieran ocupar el asiento que da a la ventana.
Esta situación la podría tolerar cuando hay muchos asientos disponibles en la micro, lo que usualmente no es así. La micro llena y los autistas muy sentados solos. Incluso a veces he sentido miedo de pedirles permiso para pasar, quién sabe cómo van a reaccionar.
Flojos como ellos solos
Algunas estaciones de metro cuentan con rampas para que los discapacitados -o, para usar el eufemismo de moda, los de capacidades diferentes- puedan movilizarse. El mensaje es claro pero parece que la gente no lo comprende. De verdad me preocupa la escasa capacidad lectora de los chilenos.
Todos los días, en la estación Los Héroes, veo cómo los infelices flojos piensan que andan en una BMX o en una silla de ruedas y suben y bajan por esas rampas. ¿Qué evitan? subir dos o tres peldaños. A qué hemos llegado. Me dan ganas de pegar un letrero que diga algo así como: "USE LAS ESCALERAS ¿O TANTO LE PESA LA RAJA"?, pero no he querido ser grosero.
Caso similar son quienes utilizan los ascensores. Están dispuestos a esperar minutos con tal de que una máquina los suba y ellos no se tengan que esforzar. Por favor, chicos. La vida es dura y requiere de un mínimo esfuerzo.
Además, en el caso del metro, los ascensores sólo se mueven entre la superficie y la boletería, nada más. No creo que valga la pena esperar.
En el caso de otros lugares -lo veo a diario en la universidad- el atochamiento es brutal. Decenas de holgazanes que esperan a que llegue el elevador. Son fundamentalmente mujeres, las mismas que luego se quejan porque están gordas. Cómo quieren adelgazar, mis niñas, si apenas se mueven. Los milagros no existen.
Y como si fuera poco, cuando se suben al ascensor se momifican. Todos secos, mirando un punto fijo. Nadie habla, apenas saludan. Una lata.
Cada uno por su lado
En la calle, en el metro. Gente que camina por el medio y no deja pasar al resto. Y justo cuando uno anda apurado. Extraño tanto la señalética de las escaleras mecánicas del metro, esas que decían que a un lado se pusieran los que querían avanzar con sus pies y al otro, quienes deseaban esperar que la escalera los llevara. Pero nunca faltan quienes se ponen a toda la pasada, casi con la intención de cobrar peaje a quien quiera pasar.
Por eso, si usted es alguno de los que practica estos vicios, por favor, cámbiele. Somos miles los transeúntes que, por un segundo, los odiamos.
